miércoles, 4 de enero de 2012

Acción Caritativa



El mandato de caridad de Cristo abraza todas las dimensiones de la existencia humana, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño, (Cf. Aparecida, 380). El cristiano no puede permanecer indiferente frente a la pobreza, el dolor y las miserias humanas. El espíritu de caridad debe resplandecer siempre y en todo momento en la vida de la Iglesia.

Pero si bien es cierto que la caridad siempre será necesaria, ésta no puede contribuir a crear círculos viciosos que atenten contra la dignidad misma de la persona, fomenten estructuras sociales injustas o incrementen la mendicidad y la pereza, (Cf. Aparecida, 385).

Teniendo presente lo anterior, la Pastoral Social debe implementar cada vez más y mejores mecanismos para atender en forma rápida y eficaz a las personas que sufren a causa del conflicto social y armado, de la miseria o de distintas formas de violencia como el desplazamiento forzado. “El amor de Cristo nos apremia” (2 Cor. 5,14). Se requiere asumir con decisión renovada la opción evangélica y preferencial por los pobres, privilegiar el servicio fraterno a los más excluidos con obras concretas y organizadas de caridad (Deus caritas est, 20), y apoyar a las instituciones que cuidan de ellos: minusválidos, niños abandonados, enfermos, encarcelados, etc. (Cf. Santo Domingo, 180; Aparecida, 407 ss).

Para responder a estas necesidades se requiere impulsar una Pastoral Social Caritativa que descubra nuevos caminos para responder a los múltiples efectos y manifestaciones de pobreza que emergen en la sociedad contemporánea.

Así mismo, la Pastoral Social debe despertar en todos los cristianos sentimientos de fraternidad, solidaridad y compromiso con los más pobres que conlleve a un compromiso real de ayuda. “Mostrar de un modo concreto que somos signos del amor de Dios para con los más pobres. No es posible, a la altura del siglo XXI, seguir presenciando impasibles que hay tantas personas que no tienen los recursos indispensables para vivir como lo exige la dignidad humana.” (Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Carta circular 18)

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